León, origen del Parlamentarismo

sábado, 20 de diciembre de 2014

La fiesta del solsticio de invierno: la Navidad



Miles de años antes al nacimiento de Cristo, las sociedades primitivas celebraban el solsticio de invierno, la victoria de la luz sobre las tinieblas, la noche en que se anunciaba un nuevo nacimiento de la luz, el cambio del ciclo productivo que predecía una nueva primavera y, con ella, la continuación de la vida.

En los inicios de la era cristiana se ignoraba por completo la fecha en la que había nacido Jesús. Se especuló con distintos momentos: en los inicios de la primavera, también en otoño, hasta que en el año 350, el Papa Julio I dictaminó que Jesús fue alumbrado el 25 de diciembre.

¿Por qué el 25 de diciembre? Los romanos celebraban la fiesta en honor a Saturno, Saturnalia, dios de la agricultura y la cosecha, entre el 17 y el 24 de diciembre, tiempo en el que el ciclo climatológico cambiaba dando lugar al inicio de un nuevo periodo agrícola. En esos días la sociedad romana celebraba banquetes, se bebía y bailaba, adornaban las casas con siempreverdes: muérdago, acebo, etc., y se entregaban regalos. El día 25, la fiesta era denominada Brumalia y conmemoraba el día más corto del año (calendario juliano) y un “nuevo Sol”, era la fiesta del Natalis Solis Invicti, el “Nacimiento del Sol Invicto”.

Los nuevos cristianos vieron con agrado la decisión de Julio I de conmemorar el nacimiento de Jesús en esas mismas fechas, y continuar así con las celebraciones ancestrales que se encontraban muy arraigadas en las costumbres populares. De esta manera, la Navidad (del latín nativitatem, nacimiento) o Christmas, (en lengua inglesa, “misa de Cristo”), se introdujo en nuestro mundo occidental como continuación o remedo de las mismas fiestas paganas del culto al Sol.

No se deben obviar como antecedentes de la Navidad, los ritos solsticiales que se celebraban en Egipto, donde la triada Isis-Osiris-Horus eran los protagonistas y el 25 de diciembre era precisamente la fiesta de Isis, un verdadero trasunto de María. Del mismo modo, Buda, Tammuz en Babilonia, el dios frigio Attis, Dionisio en Grecia, entre los vikingos, Frey, hijo de Odín, y Krishna en la India, todos muy anteriores a Cristo, poseen múltiples coincidencias en lo referido a su nacimiento: celebración el 25 de diciembre, hijos de una madre virgen, aparición de estrellas, pastores, alumbramiento en pesebre o cueva, magos, ofrendas, presencia de rumiantes, etc.

Especial referencia merece el culto a Mitra, que enlaza fuertemente con las fiestas romanas que hemos citado. Las primeras noticias sobre el dios Mitra aparecen ya 3.500 antes de Cristo en la India como dios del la luz, del amanecer y del Sol, extendiéndose su influencia hacia el oeste y absorbiendo también usos y prácticas de todos los pueblos de la zona.

Mitra, llamado El Salvador, hijo de madre virgen, nació el día 25 de diciembre en una gruta en donde, curiosamente, también se hallaban una mula y un buey. Avisados por las estrellas y una luz resplandeciente, fueron a adorarle pastores y unos magos que le obsequiaron con ofrendas ... Dejaremos aquí las comparaciones con el nacimiento de Jesús, porque son múltiples y variadas, tanto en el alumbramiento, vida y obra, como en la liturgia y el culto posterior a su muerte.

El culto a Mitra se extendió por todo el Imperio Romano llevado por las legiones, que la adoptaron en masa después de su paso por Asia Menor. La práctica religiosa resultaba muy atractiva a los soldados romanos que admiraban y seguían sus ceremonias machistas, acentuando y reforzaban sus lazos masculinos, resultando una práctica necesaria y positiva entre los guerreros que les afianzaba como grupo compacto.

Fue una religión mistérica, es decir, celebraba las ceremonias en secreto sólo para grupos reducidos de iniciados que practicaban un culto exotérico del que se apartaba a las mujeres. Se realizaba en templos denominados mitreos, espacios que en un principio eran cuevas naturales y, más adelante, construcciones que imitaban las cavernas oscuras, con capacidad limitada para grupos inferiores a cincuenta personas. Es seguro que algunas de las criptas bajo las iglesias cristianas fueron en su momento mitreos.

A finales del siglo III se fundió la religión mitraica con el culto al Sol, cristalizando en la nueva religión del "Sol Invictus". El emperador Aureliano la hizo oficial en el año 274 y cada 25 de diciembre se celebraba el festival del Natalis Solis Invicti (el Nacimiento del Sol Invencible).

Los emperadores del s. III fueron protectores del mitraismo, en parte porque su estructura, fuertemente jerarquizada, les servía para afianzar su autoridad y poder, si bien, el poder político de la época resultó permisivo en cuento a prácticas religiosas mientras no amenazara el orden vigente.

Cristianismo y mitraismo convivieron hasta la llegada de Constantino en el 306. Constantino el Grande proclamado emperador por las legiones, seguidor de Mitra y político pragmático, no dudó en aprovechar la ocasión para intervenir y elegir como opción preferida, a pesar de las leyendas surgidas alrededor sobre una intervención divina, el cristianismo para reforzar su posición política y declararla religión oficial del Imperio con el fin de mantenerlo unido.

En el Concilio de Nicea, convocado por el propio Constantino en el año 325, "nace" el cristianismo más o menos como lo conocemos hoy, apropiándose, retocando y adoptando fechas y hechos de la religión mitraica, copiando además su estructura clerical e iniciando a la vez un acoso hacia esta última. El culto a Mitra queda definitivamente proscrito con el edicto imperial de Tesalónica firmado por Teodosio en el 380, que supone su persecución, el derribo de templos, la quema de libros, etc., hasta su completa desaparición.

Todas estas consideraciones expuestas sobre los orígenes de las celebraciones navideñas, han servido siempre como argumento para desvirtuar, cambiar o tergiversar esta antigua conmemoración. Por una parte, se emplean estas evidencias para señalar las “eternas mentiras” de la Iglesia Católica, pero también, los grupos más ortodoxos abogan por abandonar este celebración que, según ellos, conmemora, con un empalagoso envoltorio cristiano, las fiestas paganas del culto al Sol.

Los hay que reniegan de estas celebraciones por el salvaje y progresivo consumismo que todo lo envuelve, o se quejan de una perenne obsesión por la apología del amor fraterno en estos días, mientras el resto del año se abandona o se pierde por completo esta práctica. En definitiva, estas fiestas son un auténtico abanico de opiniones: desde los que disfrutan plenamente de ellas, hasta los que verdaderamente las aborrecen.

Sin embargo, a pesar de la festividad religiosa, la alegría infantil, la confraternidad exacerbada, etc., nadie declara o defiende públicamente que, a la mayoría, en el fondo, lo que verdaderamente nos entusiasma en estos días es el cambio, el triunfo del día sobre la noche. Y es que, desde el origen del mundo, la naturaleza del hombre persigue y anhela la renovación que se produce con el "triunfo de la luz sobre la oscuridad", con el nuevo florecer y resurgir de la vida que comienza con el solsticio de invierno.

¡Feliz solsticio de invierno! ¡Io, bona, Saturnalia! ¡Feliz Navidad!

La adoración de los magos. Pedro de Campaña (Catedral de León)
L´hiver ou les Saturnales. Antonio Callet.
Adoración de los pastores. Jan Victors.
La adoración de los magos. Rembrandt.
Arco de Trajano en Benevento. Fragmento.
Mitra, como Sol Invicto. Museos Vaticanos.
El sueño de Constantino. Piero della Francesca.
La juventud de Baco. William-Adolphe Bouguereau







 Entrada publicada por fonsado.com el 16-12-2008

lunes, 8 de diciembre de 2014

RAMO LEONÉS DE NAVIDAD


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Existe una antiquísima leyenda que narra la existencia de un gallo en el Portal de Belén en el momento del nacimiento de Jesús. Se cuenta, que fue él quien dio el primer testimonio del acontecimiento, primero a los pastores y después a la gente que vivía en los alrededores del lugar. Es por lo que se dice que la venida al mundo de Cristo fue anunciada “ad galli cantus”, es decir, “al canto del gallo”.

Esta historia es una de las tantas que existen sobre el origen de la denominación de la Misa del Gallo, celebración que, en teoría, marca el paso del Adviento, de un tiempo antiguo, a uno nuevo de alegría y celebraciones. A partir de ese momento se activan las tradiciones navideñas plagadas, entre otras, de manifestaciones y actividades teatrales, a pesar de que ahora, comercialmente, ya se anuncia en noviembre.


A lo largo de los siglos, la Navidad leonesa ha sido pródiga y original en cuanto a los actos, expresiones y dramaturgia navideña. Todavía persisten las pastoradas, los tradicionales villancicos y los autos de reyes; otras, como el “cantico de la Sibila”, que ya comentamos en otra entrada (http://www.fonsado.com/2010/05/la-sibila-eritrea_30.html), han desaparecido. Sin embargo, una de las tradiciones navideñas leonesas que ha estado a punto de eclipsarse, pero que está teniendo actualmente un auge y seguimiento sorprendentes, es la instalación en las casas del ramo leonés, posiblemente, una de las costumbres con más arraigo en la Provincia.

No obstante, al ser poco conocido fuera de León, se sigue pensando que la existencia del popular árbol de navidad es una tradición genuina de los países del centro y norte de Europa, y que, desde allí, fue exportado a todo el mundo. En León, en el territorio del Reino de León, ya existía esta costumbre que tiene sus raíces en época prerromana, como veremos.

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La tradición del ramo navideño es eminentemente rural, pero ha tenido un potente eco en la sociedad urbana, que aunque no era totalmente ajena a ello, ha estado y está ávida en la búsqueda de identidad y tradiciones propias que identifique a sus individuos y que, a la vez, los diferencien de costumbres vecinas. Gracias a esto, este entrañable uso tiene el futuro asegurado.

En su origen, muy anterior a la romanización, el ramo leonés era una simple rama de árbol de hoja perenne, de ahí procede su denominación. Formaría parte del ancestral culto a la vegetación y serviría como ofrenda o tributo de fecundidad y prosperidad para el nuevo año. Con el tiempo, esta práctica se integraría en las fiestas o celebraciones paganas del solsticio de invierno, para más adelante convivir con los inicios del cristianismo, adaptándose a los nuevos tiempos pero conservando parte de sus creencias antiguas. La Edad Media sería el momento de introducir en la tradición textos y cantos, junto con las ofrendas y tributos obligados, pero ahora integrados plenamente en las celebraciones religiosas cristianas de la Navidad.
Valdevimbre
El ramo leonés no solo está representado por la estructura física. La costumbre del ramo es una manifestación de la cultura tradicional leonesa, formado por un conjunto de valores en los que, por supuesto, su armazón y los objetos simbólicos que contiene forman parte de ello, pero también el texto o copla, la música y la teatralidad, todo al servicio de la religiosidad popular.

Generalmente, la estructura material está constituida por un varal que se incrusta en un cuerpo, ordinariamente también de madera, de distintas formas: triangular, la más común, pero también cuadrada, redonda o romboide. Se adorna (“vestir el ramo”) con velas (12 que representan los meses del nuevo año), puntillas, cintas, labores de bordados, etc., todo de colores vivos. Lo complementan, recordando sus orígenes, formas vegetales tales como acebo, muérdago, hiedra, laurel, o cualquier rama perenne del lugar. No puede faltar la presencia de los productos típicos de la estación o dulces tradicionales, que formarían parte de la ofrenda o impuesto religioso: manzanas, nueces, bollos, rosquillas, etc. Se apoya en una peana, pero cuenta con la posibilidad de trasladarlo a modo de trofeo y así poder ser observado por todo el pueblo.

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Esta tradición evolucionó desde la simple rama votiva arrancada y preparada de un árbol, a la estructura de madera descrita, que guarda parecidas formas con el tenebrario, existente en todas las iglesias, y del que ya se tiene noticias en el siglo VII. Los tenebrarios son candelabros triangulares que se sitúan en el presbiterio. Poseen quince velas que se van apagando durante el oficio de tinieblas de Semana Santa, en la que se cantaban los salmos y lamentaciones de Jeremías. Simboliza el día de la muerte de Cristo en la cruz, y sus quince velas las personas que supuestamente le acompañaron: los once apóstoles, las tres Marías y la Virgen María. El parecido con la estructura del ramo leones es evidente.

Tras la procesión de rigor, portado por hombres, en la que se exhibe el ramo leonés con sus “adornos y ofrendas”, se realiza la oferta y la plegaria correspondiente en el interior del templo, normalmente al finalizar la Misa del Gallo. La plegaria cantada es realizada siempre por las mujeres del pueblo con melodías propias de la zona, que recuerdan sonidos medievales y gregorianos. Aunque los temas giran casi siempre alrededor del nacimiento de Jesús, la plegaria y la ofrenda van dirigidas a la Virgen María, usándose episodios de las leyendas religiosas o de los Apócrifos.

Los cánticos suelen llevar un orden: permiso para entrar en la iglesia, estrofas de entrada, narración de las escenas evangélicas citadas, la ofrenda del ramo, petición de aguinaldo, despedida, felicitación de las fiestas y deseo de volver a verse al año ... En algunos lugares, se intercalan los sucesos ocurridos en el pueblo durante el año.

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Se han llegado a catalogar más 200 antecedentes de ramo leonés en distintos pueblos de la Provincia. Es de desear que esta costumbre tan leonesa, arraigue y se consolide todo los años en estas fechas.


- Ramo leonés de Valcecillo.

- Video: "Ramo de Navidad", La Banzaca.
- Canto del ramo.Plaza San Marcelo. León.
- Canto del ramo en Valdevimbre.
- Tenebrario.
- Ramo del blog Sisters and Dresses.



                                                        


                Entrada publicada por fonsado.com el 30-11-2013